15.05.2025
Los padres del whisky japonés: la visión de Masataka Taketsuru y Shinjiro Torii

Los padres del whisky japonés: la visión de Masataka Taketsuru y Shinjiro Torii
El whisky japonés es hoy celebrado por su elegancia, precisión y, a menudo, su enfoque poético de la artesanía. Sin embargo, detrás de este reconocimiento mundial se encuentra una historia de visión, pasión y perseverancia. Una historia forjada principalmente por dos hombres extraordinarios: Masataka Taketsuru y Shinjiro Torii. Estos pioneros, a menudo considerados los padres del whisky japonés, no solo crearon un producto, sino que construyeron un legado.
El nacimiento de un sueño
Los orígenes del whisky japonés se remontan a principios del siglo XX, una época en la que Japón adoptaba la cultura occidental con una mezcla de curiosidad y respeto. Entre quienes quedaron cautivados por las costumbres occidentales estaba Shinjiro Torii, un mayorista farmacéutico convertido en empresario de bebidas. Nacido en Osaka en 1879, Torii ya se había hecho un nombre al fundar Kotobukiya (que más tarde se convertiría en Suntory, uno de los dos principales actores de la industria japonesa del whisky y los licores) e introducir licores y vinos de estilo occidental en el mercado japonés. Pero su verdadera ambición iba más allá. Torii soñaba con crear el primer whisky japonés.
Sin embargo, había un problema: nadie en Japón sabía cómo hacer whisky. Fue entonces cuando apareció en escena Masataka Taketsuru.
El aprendiz escocés
Nacido en 1894 en una familia de productores de sake en Hiroshima, Masataka Taketsuru se sintió naturalmente atraído por la fermentación y la destilación. Pero mientras su familia esperaba que continuara con el negocio del sake, Taketsuru miraba hacia Occidente: hacia Escocia, la cuna del whisky.
En 1918, patrocinado por Settsu Shuzo, una empresa interesada en la producción de whisky, Taketsuru zarpó rumbo a Escocia. Allí se inscribió en la Universidad de Glasgow y fue aprendiz en varias destilerías, incluidas Longmorn, Bo’ness y Hazelburn. También se casó con una escocesa, Rita Cowan, quien lo seguiría hasta Japón y sería su compañera fiel durante muchas dificultades.
Fue ella quien lo llevó a Campbeltown, donde en la destilería Hazelburn adquirió experiencia práctica en todas las etapas de la elaboración del whisky: desde el malteado y el macerado, hasta la fermentación, la destilación y el envejecimiento.
Más que un técnico, Taketsuru se convirtió en un verdadero discípulo del whisky escocés. “El arte de hacer whisky no es simplemente una cuestión técnica”, escribiría más tarde en su cuaderno. “Es una forma de vida, una devoción al detalle y a la paciencia.”
Taketsuru regresó a Japón en 1920 con su cuaderno de notas, pero encontró una empresa que había perdido el interés en fabricar whisky debido a la crisis internacional que siguió a la Primera Guerra Mundial. Por suerte, el destino tenía otros planes.
Taketsuru y Torii se cruzan
Cuando Shinjiro Torii se enteró de la experiencia de Taketsuru, vio en él la pieza que le faltaba. En 1923, Torii contrató a Taketsuru para diseñar y construir la primera destilería auténtica de whisky de Japón: Yamazaki, ubicada a las afueras de Kioto, en el sur del país. Torii eligió cuidadosamente el lugar por su agua pura, clima templado y ambiente húmedo: ideal para añejar whisky en barricas de roble. También resultó ser una elección acertada desde el punto de vista logístico.
Taketsuru, con su profundo conocimiento de las técnicas escocesas, fue nombrado director de fábrica. Aunque ambos hombres compartían el amor por el whisky, tenían visiones enfrentadas. Taketsuru prefería un estilo más cercano al escocés tradicional: intenso, ahumado y con turba. Por ello, deseaba construir la primera destilería en el norte del país, donde el clima era más parecido al de Escocia, aunque más remoto. Torii, por su parte, insistía en crear un whisky más suave y refinado, adaptado al gusto japonés.
El fracaso del primer whisky japonés
El primer whisky japonés, llamado Suntory Shirofuda (Etiqueta Blanca), se lanzó con grandes esperanzas, pero pronto resultó ser un fracaso comercial. Su perfil potente, claramente inspirado en los estilos escoceses, era extraño y poco atractivo para los paladares japoneses de la época. No logró captar la atención de los consumidores, y las ventas quedaron muy por debajo de lo esperado. Fue un comienzo difícil, pero sentó las bases del éxito futuro del whisky japonés. Este resultado decepcionante convenció aún más a Torii de buscar un perfil de sabor delicado y equilibrado, que armonizara con la cocina japonesa y agradara al gusto local. Un espíritu que no fuera una simple imitación del Scotch.
“Quería hacer un whisky que se adaptara al gusto delicado del pueblo japonés”, dijo una vez Torii. “Quiero crear espíritus japoneses originales que todo el mundo pueda disfrutar, hechos de forma única con la naturaleza y el alma de Japón.”
El segundo whisky japonés fue Suntory Kakubin, lanzado en 1937. A diferencia del primero, Suntory Kakubin fue un gran éxito. Este whisky, con un perfil más suave y adaptado al paladar japonés, representaba un equilibrio entre la tradición escocesa y las preferencias locales. Su éxito fue crucial para el crecimiento y consolidación del mercado del whisky en Japón, ayudando a Suntory a convertirse en una de las principales destilerías del país.
Un éxito impulsado también por el Kakubin Highball, que se popularizó en Japón en los años 50 gracias a la influencia de la cultura de consumo americana. Para promover el whisky como una alternativa moderna y accesible al sake y la cerveza, Suntory abrió una serie de bares llamados Tory's. Estos locales introdujeron el highball —una refrescante mezcla de whisky y soda— como nuevo estilo de consumo. Inspirado en la cultura de bar americana, este cóctel caló hondo en los consumidores japoneses, que preferían beber durante las comidas. La soda hacía el whisky más accesible y fácil de maridar con comida. Hoy en día, el Kakubin Highball sigue siendo un clásico de la cultura del whisky japonés.
Dos caminos, un legado
La tensión creativa entre Taketsuru y Torii finalmente los llevó a separarse. En 1934, Taketsuru dejó Yamazaki y se trasladó al norte, a Yoichi, Hokkaido, una región salvaje y remota que le recordaba a Escocia. Allí fundó Dai Nippon Kaju (que más tarde se convertiría en Nikka Whisky) y construyó la destilería Yoichi, una instalación diseñada para capturar el alma del whisky escocés con precisión japonesa.
Taketsuru expresó en varias ocasiones su impresión de que Yoichi se parecía a Escocia. En sus escritos mencionaba que el clima y el paisaje eran similares a los de su estancia en Escocia, lo que también ayudó a su esposa escocesa, Rita, a sentirse como en casa. Describía Yoichi como un lugar ideal para hacer whisky, con presencia de turba y condiciones climáticas favorables.
De estos caminos divergentes, Yamazaki y Yoichi, surgieron los dos grandes pilares del whisky japonés. Hoy en día, Suntory también posee otras dos destilerías: Chita (1972) y Hakushu (1973). Por su parte, Nikka amplió su producción con la destilería Miyagikyo en 1969, que ofrece un perfil más ligero y floral en contraste con el carácter robusto de Yoichi.
A pesar de los desafíos iniciales, las historias de Suntory y Nikka son relatos de éxito, determinación y profunda pasión. Tanto Torii como Taketsuru estaban impulsados por una devoción casi espiritual hacia su oficio. Creían que el whisky no era solo una bebida, sino un puente entre culturas, una armonía entre naturaleza, ciencia y alma.
Reconocimiento mundial
Durante muchos años, el whisky japonés fue un secreto nacional, disfrutado discretamente por los conocedores y rara vez exportado. Todo eso cambió a principios de los 2000, cuando las expresiones japonesas comenzaron a ganar premios internacionales.
En 2001, el Yoichi 10 años de Nikka fue nombrado “Best of the Best” por Whisky Magazine. En 2015, el Yamazaki Sherry Cask 2013 de Suntory fue declarado “World’s Best Whisky” por la Whisky Bible de Jim Murray. El Hibiki 21 años ganó en 2019 el premio al “Mejor Whisky Blended del Mundo”, lo que provocó un aumento explosivo de la demanda global y consolidó la reputación de Japón como una potencia del whisky.
La cultura pop también ayudó a elevar el whisky japonés a la fama internacional. La película de 2003 Lost in Translation, dirigida por Sofia Coppola, mostraba a Bill Murray grabando un anuncio ficticio para el whisky Suntory con la ahora icónica frase: “For relaxing times, make it Suntory time” —lo que despertó la curiosidad fuera de Japón. En el país, el drama matutino de NHK Massan (2014), basado en la vida de Masataka Taketsuru y Rita Cowan, llevó la historia del origen del whisky japonés a una audiencia nacional, profundizando la apreciación por su herencia.
Hoy, el whisky japonés es símbolo de artesanía y fusión cultural. Une la tradición escocesa con la sutileza japonesa, la precisión con la poesía. Y en el corazón de esta historia están dos hombres: Shinjiro Torii, el empresario visionario que soñó con un whisky hecho para Japón, y Masataka Taketsuru, el científico, artista y romántico que trajo el alma de Escocia a sus costas.
Su legado no solo vive en las botellas que servimos, sino también en los valores que siguen guiando la elaboración del whisky japonés hoy: respeto por la naturaleza, búsqueda de la armonía y compromiso con la excelencia.
Sobre el autor

Simone Sarchi
Italian journalist with a MA degree in International Journalism from City University of London. His love for whisky began with that very first sip of Laphroaig 10, which drew him into the world of peated malts and eventually led him to explore the endless variety of flavours and aromas this spirit has to offer. In recent years, he has combined his passion for whisky with his commitment to quality storytelling through his social media channels, driven by the belief that whisky is for everyone… you just have to find the right dram for your palate.